Estado de Miedo (y III)

Hay dos frases de Albert Einstein que me gustan por encima de todas las demás: «Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas» y «Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo». También me gustan muchas frases de Woody Allen y Groucho Marx, en cuya lápida, lamentablemente, no figura el famoso epitafio que le atribuyen que reza «Disculpen que no me levante» que hubiese sido el broche de oro a una vida excelentemente cargada de humor y sarcasmo. Lo que no es una leyenda urbana es el tema de la ignorancia humana al que me refería al citar a Einstein. Independientemente del momento que nos toque vivir, en cada ciclo de nuestras vidas, siempre venimos sometidos al yugo del «Estado de Miedo» impuesto, como ya he repetido, por la clase más ignorante que existe, que es la política.

Tengo que admitir que, puestos a tirar de hemeroteca, las frases de los políticos son mucho más divertidas que las de los genios de nuestra era. La última, destornillante, es la de nuestro presidente admitiendo que «ha descubierto que los parados que reciben cursos de formación están en realidad trabajando para el estado». Menos mal que no le dió por estudiar física o bioquímica porque me asusta pensar que narices hubiese descubierto. No me cabe duda que, fuese lo que fuese, implicaría necesariamente el fin de la sociedad, tal y como la conocemos, y con algún gas de por medio para variar. O sea, el fin de Microsoft y Google, de los Smartphones y las PDAs (espera, creo que estas ya han desaparecido…), de la TDT y de, en general, la mayoría de los acrónimos de tres letras que usamos a diario.

Lo cierto es que la clase política se pasa la vida cambiando los planes de formación públicos. No por casualidad, las generaciones que van surgiendo son cada vez más ignorantes en general. El mejor método que existe para mantener el «Estado de Miedo» es sin duda la paulatina analfabetización de la sociedad. Cuanto menos sepas, más fácil es que te creas mis mentiras. Yo, de hecho, cuando me comparo con mis generaciones precedentes (e incluso a veces con mi misma generación) a menudo me siento bastante ignorante. Ahora bien, cuando miro por el retrovisor, me siento mucho más tranquilo. Si bien es cierto que todos vamos a ser ignorantes siempre, lo menos que se puede hacer es leer un poco y documentarse antes de hablar para no aparentarlo. Cualquiera que hubiese leído datos reales acerca de cualquiera de los miedos que hemos vivido sabría que no estaban sustentados en realidades científicas. Claro que tampoco podemos pretender que todo el mundo lea las revistas de divulgación científica cada vez que salga una noticia en un telediario o sea portada de un periódico. Sin embargo, tenemos una ventaja, al menos en gran parte de occidente, que otras generaciones precedentes no tuvieron, y esta no es otra que la facilidad y velocidad de acceso a la información. Podemos comprobar las noticias, hacer cuentas, leer las de un lado y las del otro, y tomar posiciones propias basadas en el conocimiento adquirido. Todos seguiremos siendo ignorantes, pero cada vez seremos más lo que no ignoramos las mismas cosas, que diría el Sabio.

Pongamos un ejemplo práctico: nuestra Atmósfera. Todo el día escuchando milongas sobre las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) y basta una consulta en Google o Bing para constatar que está comprobado y medido que el CO2 representa en torno al 0,046% de la Homosfera, la parte más baja de la Atmósfera, o sea, la que respiramos y en la que vivimos la mayoría, porque yo sostengo que muchos viven en el limbo, que está mucho más arriba, no tiene cantidades significativas de oxígeno y esto, obviamente, les afecta al cerebro. En efecto, nuestra Homosfera está constituida mayoritariamente por nitrógeno (78%) y oxígeno (21%). Es más, tiene una curiosa propiedad: Tiene una composición constante y uniforme. Sin embargo, nos han metido en la cabeza que las emisiones de CO2 producidas por el ser humano son un factor determinante en la destrucción de la ya tan susodicha sociedad actual. Basta indagar un poco en los artículos que van apareciendo en las búsquedas para aprender que una erupción volcánica produce más CO2 que todas las emisiones producidas por el hombre en un año o que, incluso, el ganado mundial produce también más gases de efecto invernadero que el ser humano. Esto último lo han aprendido algunos progres de salón y ya preparan una ley para reducir los ganados a base de prohibir lo que consideran un excesivo consumo de carne que contribuye al cambio climático. Pero de prohibiciones hablaremos otro día.

Otro ejemplo: Todos y cada uno de los documentales y artículos apocalípticos hablan de que el cambio climático elevará el nivel del mar. También se puede hacer una búsqueda acerca del nivel del mar, aunque recomiendo lecturas más gratificantes que la Wikipedia como «Noticias desde un Universo Desconocido» de Frank Schätzing que es en sí la propia historia de los océanos, desde su creación hasta la actualidad. Leyendo de una u otra fuente puede apreciarse que el nivel del mar no es uniforme. No lo es en las orillas y mucho menos en la vasta inmensidad de los océanos. Muy al contrario, sube y baja en función de donde nos encontremos y no me refiero ni mucho menos a centímetros, que es la únidad que estos ignorantes usan para medir sus predicciones, sino a auténticas cordilleras de agua salada. Muchos factores influyen en el nivel de los océanos. A los que argumentan que se está descongelando el Ártico y por tanto está subiendo el nivel del mar habría que mandarlos a clase de física y, a la salida, explicarles que se está congelando el Antártico a un ritmo igual o superior lo que, a priori, garantiza la estabilidad de la ecuación. Pero, de un modo o de otro, hay que aprender sobre lo que realmente hace que esto esté ocurriendo en un polo y en el opuesto, y basta un poco de lectura para constatar que hay muchos elementos que influyen en esto mucho más que el CO2, como por ejemplo la actividad del Sol, que, la última vez que comprobé, no era todavía controlable por el ser humano, ni siquiera con un iPad.

Podría extenderme rebatiendo uno tras otro todos los supuestos efectos del cambio climático y las presuntas causas del mismo, pero no es ese el espíritu de este conjunto de artículos. La idea es llamar la atención sobre el problema del «Estado de Miedo» y buscar una solución. La solución es cambiar. No me refiero a cambiar nuestros hábitos en materia de consumo energético, que es una patochada (aunque pueda ser rentable para el bolsillo viendo que van a volver a subir el precio de la energía eléctrica), sino cambiar nuestros hábitos de asimilación de la información y nuestra eterna creencia en que lo que dicen los políticos (y por ende repiten las noticias y los periódicos como papagallos) son, en gran medida, un conjunto de frases cargadas de ignorancia. Y justo porque abogo por ese cambio de hábito he citado al principio de este post la frase de Einstein. Si queremos que esta situación cambie no podemos seguir haciendo lo mismo. Manteniendo nuestra actitud, creyendo todo lo que dicen los políticos y perseverando en nuestros hábitos de asimilación de la información, no conseguiremos nunca un resultado distinto y, por ende, nuestra sociedad, tal y como la conocemos, cada vez de una manera, estará eternamente abocada a la extinción… o al menos eso nos harán creer continuamente.

Estado de Miedo (II)

En estos años del cambio climático uno no puede dejar de pensar en las acciones que cada día impulsan los políticos para «concienciarnos» de que debemos dejar un mejor planeta a nuestros hijos del que nosotros mismos nos encontramos cuando llegamos. Desgraciadamente, cualquiera que pueda sumar dos más dos entenderá con bastante claridad que la acción del ser humano por si sóla no puede producir los cambios que los apocalípticos vaticinan.

Parece que ya ha quedado claro que el planeta no se calienta, sino que más bien se enfría. Pero ojo, que el enfriamiento no lo están vaticinando en cientos, ni siquiera en decenas de grados centígrados, sino que los están vaticinando en unidades. Que si un grado más en 25 años, que si grado y medio en 50 años… O sea, estos pseudocientíficos que tienen serios problemas en predecir el tiempo que va a hacer mañana con relativa exactitud nos hablan de cambios de uno o dos grados en el transcurso de las próximas décadas y nosotros, que somos torpes e ignorantes, nos lo creemos. Pero lo mejor, lo que más impacta, es que se atreven a predecir lo que va a ocurrir como consecuencia directa de este cambio en un par de grados durante cinco décadas. Digo que son pseudocientíficos porque en realidad, el tiempo que hará y el climá que esperamos se basa en predicciones no en certezas. O sea, se analizan los históricos y se intenta predecir que ocurrirá en función de lo que ha ocurrido otras veces y de lo que suele ocurrir cuando se dan una serie de fenómenos atmosféricos. Sin embargo, la naturaleza en su conjunto es mucho más que borrascas y anticiclones. La naturaleza es ganado, volcanes, placas tectónicas, flora y fauna en general y un sinfín de factores que, sin duda, alteran el producto y que están, al menos de momento, fuera de nuestro control. Y el ser humano, es un inmensa complejidad, no es sino una pequeña parte de la naturaleza. He oído a idiotas defender que el ser humano es el ser predominante de nuestra época. Obviamente no habían oído hablar de las bacterias.

La clase política en general oculta su mediocridad bajo el «Estado de Miedo». Ya lo dije en el post precedente y ahora lo reitero. Como no tenemos problemas en occidente en general y en España en particular, vamos a dedicarnos a preocupar al currito de turno para que no esté pendiente de nosotros. De este modo, señores ciudadanos, sepan ustedes que lo importante no es la crisis, ni el desempleo, ni la nefasta política europea que axfixia al tercer mundo a base de subvenciones a los productos propios, no, ni siquiera los sindicatos y la patronal son importantes. Lo importante es poner el aire acondicionado a 26 grados, para pasar calor; poner la calefacción a 20, para pasar frío. Cambiar las bombillas de filamento que consumen mucho por las de bajo consumo (hechas con plomo), que son altamente contaminantes pero consumen poco. Lo importante es ir en bicicleta (otra vez!) y no en coche para llegar hecho un guarro al trabajo. Lo importante es apagar los aparatos electrónicos y no ponerlos en «stand-by» vaya a ser que los 0,1 watios que consumen en este estado acaparen la capacidad de toda la red generadora. Lo importante es que, aunque las centrales nucleares no contaminan son supuestamente peligrosas y por tanto generar energía con centrales de combustible fósil o de ciclo combinado es mucho mejor, aunque contamine.

Las energías renovables, hoy por hoy, son deficitarias. Pero eso no es importante, vamos a potenciarlas con tu dinero, pequeño currito, y tu te jodes y pasas calor en verano y frío en invierno porque lo importante es el respeto al medio ambiente, al menos cuando a la clase política le interesa porque para volar en Jet Privado, para llevar coches de gran cilindrada que pagamos todos, para usar miles de toneladas de papel cada año en mitines, carteles y demás, para eso, no hay problema con contaminar. Y claro, luego están las cumbres. Occidente le pide a oriente que cumpla una serie de protocolos para supuestamente preservar el planeta. Pero occidente no se pone en la piel de Oriente. Yo si me pongo. Y me imagino siendo la cuarta generación de unos pequeños comerciantes de una ciudad oriental que, tras esfuerzos y sacrificios durante décadas hemos prosperado algo y hemos podido comprado el primer coche en la familia para sustituir al cansado burro, o quizás el primer aire acondicionado para sustituir al ventilador. Pero ojo, que no debemos ponerlo muy frío en verano ni muy caliente en invierno, vaya a ser que contaminemos mucho. O sea, mi bisabuelo comienza un pequeño negocio, mi abuelo se parte la espalda para continuar con el y darle a mi padre una tiendecita establecida que por ende yo heredo y permite que mi familia viva mejor y, cuando por fin me llega el momento de ser un poco como occidente lleva siendo toda la vida, justo entonces cuando puedo permitirme algunos pequeños lujos, tengo que renunciar a tener coche para viajar por la ciudad, nuevamente, en transporte público y debo pasar calor en verano y frío en invierno porque no es políticamente correcto usar un climatizador.

Pero en nuestro inagotable cinismo pedimos a oriente que nos fabrique a precios bajos los productos que consumimos. El colmo de la desfachatez es cuando mandamos a oriente construir las placas solares que necesitamos para ahorrar energía muy a sabiendas de que la cantidad de energía que algunas de estas placas necesitan en su fabricación es mayor que la energía que producirán en su ciclo de vida. Y no se dejen engañar, el ciclo de vida no es el que el fabricante pone en el papel que entrega, es el ciclo efectivo de duración de la tecnología hasta que es sustituida por otra presumiblemente más avanzada, o ¿acaso si encendiésemos los Amstrad, Commodores y Spectrum ahora estos no funcionarían?

Lo cierto es que la clase política no es profesional. No se trata de gestores con formación. Son meros captadores de votos. Los de un lado, los del otro y los del medio, si bien es cierto que unos más que otros. En realidad se esfuerzan continuamente en crear problemas donde no los hay, aplicando soluciones que a priori saben son inútiles, de manera que perpetúan el problema para creerse necesarios en la búsqueda de una nueva solución y poder perpetuarse en el poder, en cualquiera de ellos, incluso en la oposición. Y, sin embargo, como casi siempre, la solución es mucho más sencilla de lo que parece. Ya lo dijo alguien: No hay problemas complicados sino personas incapaces.

Estado de Miedo (I)

El principal peligro de pasar muchas horas volando es el tiempo que uno tiene para leer y para pensar. Es justo admitir que unos virajes inesperados, una súbita reducción de potencia durante el ascenso, algún crujido de un tren de aterrizaje poco lubricado o incluso un pasajero que nos parece sospechoso agarrando una bolsa de plástico como si le fuese la vida en ello a veces nos ponen un poco nerviosos, pero al final son circunstancias poco peligrosas. Sin embargo, cuando uno tiene tiempo de leer con la tranquilidad propia de quién sabe que no puede ir a ningún lado durante unas horas, la mente se relaja y se empiezan a enlazar ideas con una facilidad pasmosa. Llevaba tiempo queriendo escribir algo sobre el Estado de Miedo permanente en el que vivimos y finalmente he tenido la oportunidad de enlazar unas cuantas ideas volviendo de Oriente Próximo que me permitan expresar lo que pienso al respecto.

Para los que hayan leído «Estado de Miedo» de Michael Crichton, este post no es más que una continuación de sus ideas finales. Para los que no lo hayan leído, lo mejor que pueden hacer es salir corriendo a comprarlo de inmediato (también sirve una visita rápida a Amazon para encargarlo). Dice Crichton en sus conclusiones del epílogo que vivimos en un permanente «Estado de Miedo» producido por una clase política y burocrática mediocre que centra el foco de atención social en un problema aparentemente apocalíptico para ocultar su propia ineptitud. Pero esto no es una novedad, sino que viene haciéndolo desde hace mucho tiempo. En mi caso puedo constatar como en cada etapa de mi vida ha existido un Miedo Social instaurado y los que sean de mi generación podrán identificarlos rápidamente.

Cuando estudiaba la E.G.B., a finales de la guerra fría, el miedo instaurado era la posibilidad de una Guerra Nuclear. Día si, día también, aparecían personajes en el telediario que estaban construyendo sus refugios nucleares seguros del desastroso final de la sociedad tal y como la conocíamos. Almacenaban agua, víveres, linternas, baterías, gasolina y todo tipo de cosas que se antojaban necesarias para permanecer encerrados en un zulo de hormigón armado durante meses o incluso años. Ahora me pregunto cómo hubiesen sobrevivido sin Internet, sin poder narrar en Twitter su día a día, sin saludar a los amigos en Facebook y sin recibir miles de spams en el correo electrónico. Obvia decir que los bunkers no tenían Wi-Fi porque Wi-Fi ni siquiera era una palabra entonces. El principio del derrumbe del lado «oscuro» acabó en buena medida con la teoría apocalíptica.

Unos años después, conforme se reducía la tensión entre ambos bloques, el problema se trasladó al petróleo. Alguna mente preclara decidió que el petróleo se iba a acabar más o menos en el año 2.000 y que, una vez más, se iba a producir el fin de la sociedad como se conocía entonces, o sea, con pantalones de campana, música disco, pelos a lo afro y con mucha heroína. De esa época datan muchos carriles bici en las ciudades dado que se preveía que los coches no podrían circular por falta de gasolina. Bueno, creo que los Emiratos Árabes Unidos, Venezuela, Canadá y otra serie de países han demostrado que hay petroleo de sobra sin que, afortunadamente, se hayan mantenido los usos y costumbres de los ochenta.

Después llegó el agujero de la capa de Ozono. ¡Pasen al horno que nos vamos a tostar todos juntitos! ¿Cuántos telediarios vimos aquellos días abriendo con la noticia estrella? ¿Cuántas fotos de satélite (que en aquella época eran una novedad) ¿Cuántos gráficos y opiniones de los expertos, documentales y predicciones? Bien, tras cambiar el gas impulsor de todos los aerosoles del mundo, tras cambiar el gas de todos los compresores de coches, aires acondicionados, neveras, etc. nos dimos también cuenta de que el agujero de la Capa de Ozono no era algo nuevo, producido por el hombre, sino que por el contrario había indicios de que databa, al menos, de la época de Jesucristo y que, para colmo, no se creó por acción del ser humano sino de la propia naturaleza. Cuando uno se para a pensarlo, sólo un ser humano puede ser tan pretencioso como para pensar que cada vez que se lubrica con un poco de Axe está inexorablemente acabando con la sociedad tal y como se conocía entonces, o sea, con peinado a lo Steven Seagal y coleta, pantalones ajustados, gafas de aviador (que parece que han vuelto) y demás.

Mientras si, mientras no, llegó el año 2000 y el terrible efecto 2000! Aviones que iban a dejar de funcionar en pleno vuelo, ordenadores que perderían todas las finanzas de todos los organismos de la tierra, relojes que dejarían de contar, sistemas telefónicos que se apagarían sin más, y un sin fin de predicciones enfocadas, como no, al fin de la civilización como la conocíamos entonces.

Ya con uno de mis hijos en el mundo me ha tocado vivir también la panochada del calentamiento global, el palo de hockey invertido y los gases de efecto invernadero. Uno se preguntaría facilmente si detrás de toda esta histeria colectiva no hay un fabricante de gases porque de un modo u otro, siempre hay un gas de por medio, pero claro, se expondría a ser adecuadamente catalogado como paranóico. No malgastaré palabras para rebatir todas las estupideces al respecto del calentamiento global pero si dejaré claro que la historia reciente nos ha demostrado que nuestro planeta, lejos de calentarse, parece que se está enfriando. Pero como las mentes preclaras necesitaban vaticinar, una vez más, el fin de la sociedad tal y como la conocíamos entonces, no fue suficiente con demostrar que la teoría era incorrecta. No se preocupen que ya llegamos. Estamos en el presente: Bienvenidos al Cambio Climático!

Krak de los Caballeros

El otro día escribía en el blog acerca de mi visita a Palmira y lo impresionante que me parecía la ciudad que habían construido, o mejor dicho, perfeccionado, los Romanos. Sobre el Krak de los Caballeros sólo puedo usar el mismo adjetivo: Impresionante.

Es obvio que mientras las construcciones Romanas eran cuidadosas no sólo en lo funcional sino también en lo estético, las construcciones medievales son más bien toscas en cuanto a los detalles. Pero supongo que no se trata de ver quien la tiene más grande… o quizás si! Desde luego, el Krak de los Caballeros es colosalmente grande para ser un castillo medieval. Es cierto que desde su origen Árabe se han ido añadiendo continuamente más y más estancias conforme ha ido cambiando de manos, pero ni siquiera eso justifica su descomunal tamaño.

Vista lejana del Krak de los Caballeros
Vista lejana del Krak de los Caballeros

Dicen los historiadores que el castillo tenía en la época en que lo regían los Caballeros de Malta capacidad para albergar un regimiento de más de 2.000 soldados para protegerlo y que, completamente habitado con sus 2.000 soldados y el personal civil, el castillo podría haber permanecido cinco años cerrado viviendo de sus propias reservas de víveres. Desde luego, viendo el tamaño de las cocinas, los cinco aljibes de agua (uno de 78 metros de largo) que se abastecían de pequeños acueductos que conducían y filtraban el agua de lluvia, los innumerables establos (yo he perdido la cuenta en el cuarto o quinto de más de 40 metros de largo) y la multitud de dependencias de todo tipo que tiene el castillo, tanto en su muralla exterior como en el recinto central, no me extrañaría que así fuese.

Vista de uno de los edificios del recinto interior
Vista de uno de los edificios del recinto interior

El gran Saladino, ídolo Árabe local, lo tuvo sitiado durante más de 5 meses y finalmente desistió. No era Saladino hombre de fácil rendición y sin embargo no pudo doblegar a los Caballeros de Malta en su defensa. De hecho, distintas guías hablan de distintos caballeros. Yo cito a la Orden de Malta porque me parece un nombre más elegante que los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalem, que citan otras fuentes y que se me antojan por su nombre más enfermeros que valientes caballeros.

Fueran quienes fuesen, lo cierto es que la visita es espléndida. Sin lugar a dudas es la fortaleza medieval más grande que he visto nunca, y he visto unas pocas. ¡Por aquí nos cuentan que es la más grande del mundo! Pero no sólo su tamaño importa. Para cualquiera que haya visto otros castillos resulta evidente a primera vista que en este se utilizó en cada momento de su historia la última tecnología existente. De este modo, he visto servicios (letrinas) individuales anexos al comedor agrupadas de tres en tres. ¿Serían para hombres y mujeres? La verdad, no lo se.

Vista interior de una esquina de la muralla
Vista interior de una esquina de la muralla

También he visto el horno más grande que uno pueda imaginarse. Se cabe fácilmente dentro. En las murallas y por todo el recinto militar discurre un sospechoso mini-acueducto que tiene toda la pinta de que sirviese para circular aceite caliente por todos los puntos de defensa de manera que cualquiera pudiese impregnar una flecha y prenderle fuego o bien utilizarlo para evitar el asalto de la muralla contra los escaladores.

También, de la época Otomana, se pueden apreciar ventanas de madera con doble acristalamiento y una cámara de aire interior entre ambos cristales. ¿Acaso se trata del primer Climalit de la historia?

En fin, una pena que no contásemos con un guía cualificado para poder explicarnos el castillo en detalle porque sin duda se nos habrán pasado multitud de detalles.

Hoy nuestro conductor nos ha dicho, contrario a lo que nos dijo el otro, que la población de Siria es 60% Musulmana, 30% Cristiana y 10% del resto de religiones. Hoy por lo pronto casi todo lo que hemos visto era de origen Cristiano, lo cual ha sido bastante curioso. Por cierto que hoy he aprendido que Dios no sólo abrió el mar sino también unas montañas para permitir otra huida. Me guardo la anécdota para un post dedicado a Religión.

Viajes de Riesgo

Llevo años contando una historieta de una excursión que me ocurrió en un viaje a la República Dominicana hace unos doce años. Ir a La Española hace tantos años no es como ahora que hay vuelos diarios de varias aerolíneas y un sinfín de hoteles y servicios para los turistas. En aquellos años había un par de hoteles (decentes) en Playa Bávaro y otro par en Punta Cana, que fue mi destino.

Como nunca he sido persona de tirarme en una playa a no hacer nada, cuando llevaba allí un par de días decidí apuntarme a todas las excursiones que hubiese disponibles, incluyendo una que era bastante más cara que las demás pero que prometía visitar parajes de incalculable belleza. Se trataba de visitar la Catarata del Limón. Para los cinéfilos diré que esta catarata es la que aparece en una de las primeras escenas de la película Parque Jurásico cuando están volando a la Isla en un Helicóptero. Bien, pese a que en la película la catarata aparece en la orilla del mar, lo cierto es que está perdida en una selva tropical que si no recuerdo mal andaba en la península de Samaná.

Catarata del Limón
Catarata del Limón

Esa mañana, nos recogieron en una furgoneta en el hotel y nos llevaron a un aeródromo de tierra a una media hora de la zona hotelera. Allí nos montamos en unos Tupolev turbo hélice con el interior más estropeado que haya visto nunca y la cabina íntegramente en ruso, con piloto pero sin copiloto ni azafatas. Tras despegar y sobrevolar buena parte de la isla, el piloto, sin previo aviso, se salió a la costa y se lanzó en picado hacia el mar. Cuando todo el pasaje estaba en estado de pánico se asomó por la cortinilla que separaba la cabina del pasaje y sonriendo nos dijo: «Voy a enseñarles las ballenas de cerca». El muy gilipoyas no hablaba de manera figurativa. Se dedicó a hacer unas pasaditas por una zona de mar donde había ballenas. En fin, tras el percance, recuperó cierta altura y se dirigió de nuevo selva adentro. Como era consciente de que no nos había acabado de agradar con aquel picado sin previo aviso, en otra ocasión nos avisó de que no nos asustáramos porque iba a tomar tierra. Yo me pregunté porqué íbamos a asustarnos si estábamos a punto de aterrizar y pronto, no sin cierto terror, descubrí que se disponía a aterrizar en las copas de los árboles, o al menos eso parecía. Se precipitó hacia los árboles y en el último momento vimos abrirse un claro en la espesura y el Tupolev aterrizó en una pista forestal.

Nos las prometíamos felices cuando pensábamos que ya habíamos llegado a nuestro destino. Sin embargo, nuestra odisea no había hecho más que empezar. En la pista nos recogieron unos todoterrenos con la parte de atrás descubierta y un par de bancos de madera como toda comodidad en los que nos montamos y avanzamos durante una hora aproximadamente, hasta que el camino se hizo demasiado estrecho para los coches. Allí nos esperaban unos caballos en los que cabalgamos cerca de hora y media por un barrizal subiendo una montaña a pique cada dos por tres de que un resbalón de los équidos acabase con nuestras Españolas posaderas en suelo Dominicano. Cuando el camino se hizo lo suficientemente estrecho una vez más para que no pasaran ni siquiera los caballos tuvimos que descabalgar y andar durante otra media hora.

Al descabalgar y posarme pesadamente en el fango me hundí hasta cerca de las rodillas. Al sacar el primer pié del fango mi zapato (aún recuerdo que eran unos naúticos Pielsa) se quedó dentro y el fango se cerró rápidamente por el hueco que dejó mi pié. Total, que tuve que hacer el resto del camino descalzo y patinando sobre y entre el fango.

La Catarata del Limón es una obra maestra de la naturaleza, pero ni esta ni ninguna otra obra maestra merece la pena la cadena de torturas que los viajantes pasamos para poder admirarla.

Toda esta historia viene al caso de la locura que hemos hecho esta mañana. Se nos ocurrió desde España, antes de partir hacia Oriente, que ya que íbamos a ver Petra podíamos pasar antes la noche en el mar muerto ya que existe en los mapas una carretera secundaria que une el final del mar muerto hacia el sur con Petra. Lo que no se aprecia en los mapas es que el concepto de carretera secundaria en Jordania es distinto al nuestro y que dicha carretera atraviesa la región montañosa de Edom, que no es moco de Pavo.

Afortunadamente estamos sanos y salvos, pero no recomiendo esta ruta para ir a Petra a nadie, ni siquiera a mis enemigos declarados. Bueno, a esos si. No voy a describir la carretera porque me paso la vida diciendo que odio la literatura descriptiva y sería un contrasentido escribir algo que yo mismo no sería capaz de leer. Sin embargo si diré que hacía mucho, muchísimo tiempo, que no pasaba tanto miedo en un vehículo. Resumiendo, caminos angostos de tierra alrededor de interminables cortados de roca y arena, y todo ello durante una larguísima hora de trayecto.

A lo mejor ahora dejo de contar en las reuniones sociales mi historia sobre el viaje a la Catarata del Limón y empiezo a contar esta. Lo que está claro es que espero no tener la oportunidad de experimentar una historia dentro de algún tiempo que me haga sustituir a la nueva en el catálogo.

Sobre Petra hablaremos, pero será en otro post.