El patrocinio de la salud

El patrocinio de la saludCada vez que escucho a un médico o a un nutricionista dar consejos o incluso pautas sobre la nutrición, en especial la de nuestros hijos, me entra la risa. Es cierto que en ocasiones dicen cosas con sentido, pero incluso en estas ocasiones actúan como voceros de la industria que los patrocina. La mayoría -aunque no es bueno generalizar- ha cambiado la ciencia, la investigación y el sentido común por los dictados de una industria que no se corta un pelo a la hora de mentir, engañar, falsear y confundir al consumidor.

Resulta incomprensible que exista una ley de financiación de partidos políticos y no exista una ley de financiación de colegios profesionales de la salud -al menos que yo sepa. Hace unos días escribía que la Asociación Española de Pediatras prestaba su imagen y nombre a Nestlé para que esta la plantase en la caja de su producto Chocapic, unos presuntos cereales de desayuno, con la intención obvia de confundir al consumidor haciéndole creer que se trata de un producto adecuado para los niños, cuando se trata más bien de todo lo contrario, y para ello se valen del nombre e imagen de los pediatras de España, con lo que irremediablemente acaban pagando justos por pecadores y yo los meto a todos en el mismo saco, aún a sabiendas de que hay muchos que no están de acuerdo con estos «patrocinios».

¿Cómo voy a creerme a un pediatra cuando me recomienda que alimente a mi hijo de un modo u otro cuando es obvio que tienen vínculos con la mas terrible de las industrias para la salud, que es sin duda la alimentaria? El aparente noviazgo entre los pediatras y Nestlé choca frontalmente con las repetidas denuncias de Oxfam acerca de las malas prácticas de la multinacional, cuyos directivos se permiten decir que se debería privatizar todo el agua del planeta (probablemente porque controlan el mercado mundial del agua embotellada) o cuyas explotaciones acuíferas privan de agua a los niños desfavorecidos de bastantes poblados. Debo reconocer, sin embargo, que desde la publicación del informe Behind the Brands de Oxfam, Nestlé ha creado una política más razonable en cuanto al agua. Otra cosa es si aplica la política o no, que lo desconozco. Sin embargo, la única de las grandes empresas que ha reconocido que el agua es un bien de la humanidad es Pepsico. Las otras nueve lo niegan o simplemente evitan pronunciarse. No en vano, el negocio del agua embotellada, como adelanto en mi libro La  gran mentira de la nutrición es mayúsculo.

Volviendo al tema de los patrocinios, creo que cualquier profesional de la salud que en su carrera prestase una mínima atención al funcionamiento del sistema digestivo y a nuestro metabolismo debería tener serias dificultades para recomendar -al menos desde su conocimiento- que le demos cereales procesados para desayunar a nuestros hijos. Sin embargo, allí van ellos, médicos y nutricionistas, recomendándonos que comamos toda suerte de alimentos como este con tal de satisfacer a una industria egoísta que, para colmo, tiene vínculos directos con la industria farmacéutica. ¿Será casualidad que un fabricante como Nestlé, que utiliza toneladas y toneladas de azúcar refinada en la elaboración de prácticamente todos sus productos, esté también detrás de la industria del adelgazamiento? Primero nos ceba y luego nos llama obesos y nos pone a adelgazar pasando por caja… por su caja, claro. Me parece simplemente grotesco y estoy trabajando en un artículo al respecto.

Pero esto es lo que se consigue cuando en el mercado alimenticio el patrocinio de la salud es legal e incluso está -de un modo bastante peculiar- bien visto.  Así, la Fundación de la Dieta Mediterránea, organismo público que en teoría debería velar por la salud a través de la nutrición, cuenta con el patrocinio de empresas de alimentación cuyas prácticas son, cuando menos, de dudoso beneficio para nuestra salud, cuando no están directamente reñidas con esta. Si no me crees, echa un vistazo a los patrocinadores del congreso de la dieta mediterránea y luego dime si Gallina Blanca o Danone -por mencionar a un par de ellos- hacen productos «mediterráneos» y buenos para nuestra salud. Es de guasa, y sin embargo a muchos profesionales de la salud se les llena la boca al hablar de la dieta mediterránea, sin reparar en la cuenta de que están devolviendo el patrocinio a estas empresas que les han patrocinado en primera instancia y que no dudan en usar la imagen de estos colectivos profesionales en su publicidad.

La realidad es clara y basta con estudiar como empresas especializadas en «endulzar» forzosamente nuestra vida a base de toneladas y toneladas de azúcar se pasan la vida esponsorizando cualquier aspecto de la salud en la que les dejan meter la mano (y la cartera). Mientras no haya una clara separación entre los fabricantes de alimentos y los profesionales de la salud y la nutrición será imposible tomarse en serio sus recomendaciones nutricionales. Al final sabemos porque lo vemos en los envases, que esas recomendaciones las hacen en realidad señores de empresas como Nestlé, Coca Cola, Kellogg’s, Danone o cualquier otra similar, y no nos engañemos, su principal objetivo no es nuestra salud ni nuestras cuentas corrientes. La próxima vez que los accionistas premien y reconozcan al director general de alguna de estas empresas por sus resultados sobre la salud de la población en lugar de por los resultados económicos de la compañía, avísenme y editaré este artículo comiéndome una a una mis palabras con un gran cuenco de cereales Nestlé Chocapic. Mientras tanto lo que tenemos son unas recomendaciones sobre la salud patrocinadas por personas ajenas al sector y con intereses diametralmente opuestos a los nuestros.

Si te interesa este tema, seguramente te interesará mi libro La gran mentira de la nutrición, en el que repaso, uno a uno, todos los engaños de la industria alimentaria que nos han llevado a los problemas de salud más importantes de la especie humana en nuestra historia. Ya estoy trabajando en un segundo volumen dedicado a las marcas y los intereses que estás generan y que acaban por hacer mella en nuestra salud.

El engaño del siglo XX

La civilización occidental sufre una epidemia sin precedentes de enfermedades cardiovasculares y de diabetes tipo 2 que hace unos cien años eran dolencias prácticamente desconocidas en nuestra sociedad por ser poco habituales. Desafortunadamente, como en muchos otros aspectos de nuestra vida, estas epidemias son producto de la inagotable capacidad de la mayoría de los políticos para estropear todo lo que tocan. En efecto, la recomendación inicial de reducir el consumo de grasas -ese principio que muchos médicos abrazan como la solución a la mayoría de los problemas de salud- no proviene de un estudio científico ni está basada en ciencia reconocida alguna. Al contrario, como descubriremos en este artículo, es la recomendación de un comité político formado por varios senadores norteamericanos y que, más tarde, con la misma poca base científica, dio lugar a la pirámide nutricional que tristemente todos conocemos.

A principios del siglo XX, los médicos no estaban familiarizados con las enfermedades cardiovasculares. En las universidades, poco o nada se enseñaba sobre ellas. Esto no debe extrañar a nadie dado que en aquella época, las muertes por enfermedades cardiovasculares eran meramente anecdóticas. No es hasta 1920 que empieza a verse un aumento de estas enfermedades;  a partir de 1950 se consideran de manera oficial en los Estados Unidos como una epidemia. Lo cierto es que las cifras de muertes por enfermedades cardiovasculares están ligeramente alteradas por dos factores. En primer lugar, hasta la década de 1920 no se inventó el electrocardiograma, por lo que es posible que algunas muertes antes de esa fecha también se debieran a problemas cardiovasculares previos y, en segundo lugar, con la llegada de la penicilina, muchos casos que hubiesen supuesto muerte por infección fueron resueltos resultando en una expectativa mayor de vida y, por lo tanto, resultando a largo plazo en un incremento de las muertes por problemas cardiovasculares. Aun así, ninguno de estos dos factores altera las cifras de manera tan considerable como para no admitir que los casos de enfermedades cardiovasculares vienen creciendo incesantemente desde la segunda mitad del siglo pasado en todo el mundo occidental. Esto es fácilmente comprobable al comparar muertes por enfermedades cardiovasculares en pacientes entre 40 y 50 años y comprobar que, desde 1950 en adelante, los casos no han hecho más que multiplicarse.

Gráfico Estudio Observacional Ancel Keys
FIg. 1 Gráfico Estudio Ancel Keys

En 1.969, el querido y admirado expresidente norteamericano Dwight D. Eisenhower murió de un infarto masivo y, en ese momento, la casta política norteamericana cambió su percepción de las enfermedades cardiovasculares y las consideró epidemia de primer nivel. Unos años antes, en 1953, un bioquímico norteamericano llamado Ancel Keys publicó un estudio observacional basado en datos de seis países, en el que asociaba el consumo de grasas con los ataques al corazón. Estos seis países eran Japón, Italia, Reino Unido, Canadá, Australia y Estados Unidos, y el gráfico que asociaba el mayor consumo de grasas con el incremento de casos de ataques al corazón es el de la arriba a la izquierda.

Gráfico usando los 22 países + 6

El gráfico sobre estas líneas es del mismo estudio, pero incluyendo los 22 países de los que Ancel Keys tenía datos y, en rojo, para sorpresa mayúscula de muchos lectores supongo, las cinco sociedades que más porcentaje de grasa consumen en su dieta con incidencias mínimas o inexistentes de enfermedades cardiovasculares.

De hecho, si escogemos manualmente seis países del grupo de 22, del mismo modo que hizo Ancel Keys, podríamos obtener los resultados contrarios de este modo:

Seis paises seleccionados
6 paises seleccionados a dedo – A más grasa, menos muertes por infarto

O de este otro modo:

Otros seis paises distintos
Otros seis paises distintos

En estos gráficos se observa claramente que, a mayor consumo de grasa, menores casos de muertes por enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, esta es la misma clase de pseudociencia basada en estudios observacionales con datos sesgados que practicaba Ancel Keys, y no voy a usarla ni siquiera para defender lo contrario a lo que el propuso, pese a que como puede verse, está también al alcance de cualquiera que use Excel en su ordenador. El análisis de los datos no sólo fue aberrante porque eliminó los datos de los países que no le servían para validar su teoría, sino que incluso de los datos de los seis países con los que trabajó, eliminó otra serie de datos que hubiesen servido para postular otras teorías alternativas a la suya. Por ejemplo, el mismo gráfico de Keys con sus seis países es válido si tomamos en cuenta, en lugar del consumo de grasas, el consumo de azúcar. Del mismo modo que Keys hizo una asociación entre el consumo de grasa y las muertes por enfermedades cardiovasculares, pudo haberla hecho entre las muertes y el consumo de azúcar, porque disponía de los datos y eran igual de vistosos en un gráfico. Sin embargo, no servían para apoyar su teoría y por ello los despreció.

Esta pseudociencia es la que encumbró a Ancel Keys como el padre de la hipótesis de los lípidos, que son los dos principios que desgraciadamente todavía son aceptados hoy y que escuchamos a los médicos repetirnos como loros con la ayuda de los anuncios de productos alimenticios que torticeramente prometen salvarnos y alargar nuestras vidas:

  1. Las grasas saturadas elevan el colesterol
  2. El colesterol elevado obstruye las arterias

Estas afirmaciones, como veremos a continuación, son tan falsas como el estudio del que provienen inicialmente. De esto hablo con más detenimiento en mi libro La Gran Mentira de la Nutrición. Si lo que le interesa es saber como afecta esto a la obesidad y qué puede hacer para remediarlo, esto es de lo que hablo con más detalle en mi libro Adelgazar sin Milagros.

Unas décadas antes de que Ancel Keys publicase su estudio, otro científico llamado Winston A. Price se dedicó a recorrer el mundo analizando las costumbres nutricionales y los efectos en la salud de estas costumbres de cantidad de sociedades alrededor del mundo, y la conclusión a la que llegó fue bien distinta a la de Keys también. Price descubrió que las sociedades que evaluaba no sufrían de incidencias de diabetes o enfermedades coronarias hasta que introducían en su dieta el azúcar y las harinas refinadas. Pero lo que más echa por tierra las absurdas conclusiones de Ancel Keys son los datos acerca del consumo de grasas en países como Estados Unidos. En efecto, desde 1940 hasta la actualidad, el consumo de grasa animal en los Estados Unidos no ha hecho más que bajar de manera espectacular, tocando su mínimo en 1996 mientras que las enfermedades coronarias no han hecho más que aumentar, tocando su máximo en la década de los 90 también. Sospechoso, ¿no?

Portada de Time Magazine
Portada de Time Magazine

Pero lo cierto es que nada de esto fue tenido en cuenta cuando Ancel Keys acabó en la portada de Time Magazine y en el consejo de la Asociación Americana del Corazón, que fue la pionera en recomendar erróneamente la reducción del consumo de grasas. Lo peor del tema es que a la par que la teoría de Keys era abrazada por todos, se llevaron a cabo una serie de estudios, esta vez clínicos y no observacionales, para comprobarla. Uno de esos estudios, de finales de los 50, es el estudio dietario Prudent, consistente en dos grupos aleatorios uniformes, uno de ellos con una dieta baja en grasas basada en aceites vegetales y otro grupo con una dieta normal, basada en grasas animales. El resultado es que el grupo que siguió la dieta baja en grasas redujo su colesterol en 30 puntos de promedio, sin embargo, no redujo sus incidencias cardiovasculares. En 1965, el estudio clínico Lancet en Gran Bretaña mantuvo a un grupo con una dieta baja en grasas animales que permitía como máximo 1 huevo, 85 gramos de carne y 50 ml de leche al día mientras que mantuvo un segundo grupo con su dieta habitual. En este caso, también redujo el colesterol del grupo en 30 puntos de promedio, pero tampoco hubo cambio alguno en la incidencia de enfermedades cardiovasculares.

En 1965, también en Gran Bretaña, se publicó un estudio más ambicioso. Tres grupos compuestos por hombres que ya habían sufrido un infarto con el objetivo de analizar la incidencia de la grasa en los casos de segundos infartos. El primer grupo usó como base nutricional lípida el aceite de maíz, una grasa polinsaturada. El segundo grupo usó el aceite de oliva, una grasa monoinsaturada y el tercer grupo utilizó grasa saturada animal. El resultado fue que al final del estudio, el 52% de las personas con dieta basada en grasas poliinsaturadas (aceite de maíz) seguía viva. El 57% del grupo que basaba su dieta en las grasas monoinsaturadas (aceite de oliva) seguía vivo. Sorprendentemente para algunos, el 75% del grupo de las grasas saturadas animales consiguió sobrevivir.

En 1969 se publicó el estudio Coronario de Minnesota en el que se demostró que el grupo que siguió una dieta baja en grasas con muy pocas grasas saturadas y rica en verduras sufrió más ataques al corazón que el grupo alimentado de manera tradicional.

Pero la madre de todos los estudios, con un presupuesto de 115 millones de dólares, una participación de 12.000 sujetos masculinos y realizado por el Instituto de Salud Nacional de los Estados Unidos, publicado en 1970, arrojó datos aún más sorprendentes. El estudio se basó en un grupo que mantuvo sus costumbres normales y otro grupo que adoptó una dieta baja en grasas, evitando las carnes rojas, restringiendo el consumo de colesterol y recibiendo ayuda para dejar de fumar. El primer resultado que se obtuvo, que sentó la base de otra campaña, fue que las personas que dejaron de fumar sufrieron menos ataques al corazón que aquellos que no lo dejaron, independientemente del grupo en que se encontrasen. Sin embargo, al comparar ambos grupos, fumadores con fumadores y no fumadores con no fumadores, el grupo sometido a la dieta baja en grasas, con la restricción de carnes rojas y colesterol, sufrió más ataques al corazón que el grupo que mantuvo su dieta normal.

Podríamos seguir mencionando estudio tras estudio todos aquellos que no encajaban en la teoría de Ancel Keys, pero creo que es suficientemente ilustrativo mencionar que existían pruebas irrefutables por todos lados de que la teoría no era correcta.

Sen. George McGovern
Sen. George McGovern

Entonces, ¿como es posible que una idea tan disparatada, no corroborada con un solo estudio clínico (recordemos que Ancel Keys se basó en estudios observacionales, no en estudios clínicos), haya llegado con tanta fuerza hasta nuestros días? La respuesta está en los políticos. En la década de 1970 se creó un comité del senado de los Estados Unidos, capitaneado por el senador George McGovern. Su misión era investigar la malnutrición. No resulta sorprendente que un comité de políticos decidiese aumentar sus propios poderes iniciales y, además de investigar, se dotase del poder de crear y promocionar los planes nutricionales de todo un país.

De este modo, el comité creó el Informe McGovern que promovía:

  1. Reducir el consumo de grasas
  2. Cambiar la ingesta de grasas saturadas a grasas vegetales
  3. Reducir el colesterol al equivalente a un huevo al día como máximo
  4. Comer más carbohidratos, especialmente los provenientes de granos

Como todos sabemos, este informe sirvió como base para crear la Pirámide Alimenticia de la USDA, que es la base de la nutrición moderna. Esto, que suena muy técnico y muy moderno, es una aberración en sí porque la pirámide tiene una amplísima base de granos y cereales y, para quien no lo sepa, USDA significa Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (United States Department of Agriculture), y su misión, como cualquiera puede sospechar, es el fomento de la venta y consumo de los productos de la agricultura norteamericanos, tradicionalmente los granos y los cereales. ¿Le sorprende? Pues espere, aún hay más.

También sería lógico pensar que si el informe McGovern incluía estas pautas nutricionales, este informe estaría respaldado por una serie de científicos que habrían testificado a favor en el comité . Sin embargo, el famoso John Yudkin testificó que el verdadero causante de la epidemia de diabetes y enfermedades cardiovasculares era el azúcar. Peter Cleave testificó que el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes eran enfermedades de la era moderna y era absurdo culpar a los alimentos milenarios de los males de la civilización actual. Cleave dijo que si había que mirar la nutrición como fuente del problema, habría que mirar los alimentos modernos como el azúcar y las harinas refinadas. La Asociación Médica Americana (AMA) dijo que la evidencia que proponía el informe no era concluyente y por lo tanto era probable que hubiese potencial para producir efectos negativos en la salud de las personas si se producía un cambio radical a largo plazo en el plan nutricional de la sociedad. Vamos, lo que ha venido a ocurrir. Por último, el director de la Academia Nacional de Científicos en Estados Unidos (NAS), Phillip Handler, testificó ante el comité: “¿Qué derecho tiene el gobierno federal para proponer que la sociedad norteamericana realice un vasto experimento nutricional con sus miembros como sujetos con la base de tan poca evidencia científica?”. Poco sabía el pobre Handler que, en realidad, el experimento se iba a contagiar cual plaga a casi todo el mundo civilizado de la mano de las compañías de alimentos Norteamericanas.

Pero McGovern era un fiel seguidor de la teoría de los lípidos, principalmente porque era lo que su propio médico le había recomendado y no porque la hubiese investigado el mismo, y, en un video que quedará para los anales de la historia, le contestó a Phillip Handler y al resto de científicos que pidieron más tiempo para investigar y obtener resultados consistentes antes de dar las nuevas pautas nutricionales a la sociedad norteamericana que “los senadores no tenemos el lujo del que disponen los investigadores que es esperar el tiempo suficiente hasta que lleguen las pruebas concluyentes que confirmen una teoría”. La típica estupidez de un político imponía su criterio por encima de las pruebas realizadas por los científicos. De modo que los efectos perniciosos de la grasa saturada se convirtieron en política nutricional porque los senadores no tenían tiempo para esperar que llegara la evidencia científica. Esto que parece una decisión banal tuvo unos efectos mucho peores de lo esperado, y no me refiero sólo a los efectos para la salud, sino a efectos científicos.

Logotipo de la AMA
Logotipo de la AMA

Al convertirse la Hipótesis de los Lípidos en política de estado,  tanto el gobierno Norteamericano como la Asociación Americana del Corazón soportaban abiertamente esta teoría, y resulta que entre ambos organismos disponían del 90% de los fondos dedicados a la investigación cardiovascular. No es difícil predecir la dirección que, desde ese momento, iban a tomar todos los estudios que pretendiesen obtener financiación: todos y cada uno de ellos se encaminó a demostrar que la hipótesis de los lípidos era certera.

El científico norteamericano George Mann escribió en el New England Journal of Medicine en 1977 que la hipótesis de los lípidos era el mayor timo científico del siglo y que, disentir de la hipótesis significaba perder los fondos para la investigación. El investigador Gary Taubes escribió mas tarde “Los nutricionistas sabían que si sus estudios fallaban en apoyar la postura gubernamental en la hipótesis de los lípidos, los fondos irían a parar a estudios que si la soportaran”. El Doctor Peter McColley, investigador de Harvard, escribió un artículo titulado “Algo distinto al colesterol tiene que estar causando esta epidemia cardiovascular”. En ese artículo, venía a decir que Harvard, que apoyaba la teoría del gobierno y el propio gobierno, que financiaba los estudios de Harvard, estaban equivocados. Para agradecerle su integridad científica en la búsqueda de la verdad, la universidad de Harvard le quitó sus becas para investigación y le forzó a dimitir de su puesto. Y pese a tener un historial científico inmejorable, le costó más de dos años encontrar otro trabajo de investigación porque, como más tarde descubrió, Harvard le había incluido en una lista negra de científicos no maleables. Esto es lo que le ocurre a los científicos que no bailan al son de los políticos.

Portada Revista Time
Portada Revista Time

Por aquel entonces, la hipótesis de los lípidos ya se daba como buena y la revista time le dedicaba la portada con un artículo titulado “Se prueba que el colesterol es mortífero y nuestra dieta ya nunca será igual”. La prensa pasó de hipótesis a realidad una teoría con una simple portada en una revista. Pero la evidencia científica en que se basaba la revista Time para afirmar que se había comprobado la relación causa-efecto entre el colesterol y las enfermedades cardiovasculares era que en 1984 se había lanzado una droga al mercado que rebajaba el colesterol a los pacientes con colesterol alto genético y se había reducido ligeramente la incidencia de muertes por ataques al corazón en estos pacientes. Al analizar el estudio científico que soportaba esta nueva prueba, podemos comprobar los siguientes datos: El estudio, basado en dos grupos, uno al que se le administraba Cholestyramine y otro al que se le administraba placebo, tuvo un alcance de 3.000 sujetos durante 10 años. En el grupo del medicamento, ocurrieron 30 muertes por ataques al corazón y un total de 68 muertes. En el grupo del placebo, 38 muertes por ataque al corazón y 71 muertes en total. Usando un poco de matemáticas básicas se puede comprobar que la diferencia global en muertes por ataques al corazón es del 0,49%, ¡menos del 1%! entre los que tomaban el medicamento y los que no lo tomaban. Una diferencia despreciable sin duda. Sin embargo, en el artículo de la revista Time se podía leer que el Dr. Basil Rafkind, basándose en este estudio, decía “la evidencia científica contenida en el estudio indica poderosamente que cuanto más bajes el colesterol y las grasas en tu dieta, más se reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular”. Obviamente, este Dr. Rafkind no ha pasado a la historia como ejemplo de independencia científica. En realidad, el Dr. Rafkind acababa de inventar una modalidad científica llamada Teleoanálisis, de muy limitada utilidad en este caso, al asociar un estudio de un medicamento con nula capacidad curativa con una dieta.

Lo que la revista Time no decía en su artículo era que la primera generación de medicamentos para bajar el colesterol nunca vio la luz porque el estudio clínico de la primera droga sintetizada que bajaba el colesterol, el Clofibrate, tuvo que suspenderse a mitad de camino al haber producido un 47% más de muertes en el grupo que la estaba tomando.

De este modo, tras el artículo de Time, en la mitad de la década de los 80 estallaba el boom por los productos bajos en grasa, desnatados o productos light, que desafortunadamente persiste hasta nuestros días incluso en España.

Pero, si por cualquier motivo que escape a mi conocimiento, la hipótesis de los lípidos fuese correcta, resulta razonable pensar que este patrón lo encontraríamos en cualquier lugar del mundo. Pues no, ni por asomo. Para empezar, tenemos la paradoja francesa: comen el doble de grasas saturadas que los norteamericanos, cuatro veces más mantequilla, tres veces más cerdo y un 60% más de queso. Sin embargo, tienen aproximadamente un tercio de las muertes por accidentes cardiovasculares que los Norteamericanos. Los científicos a favor de la hipótesis de los lípidos se apresuraron a explicar la paradoja francesa asociando el consumo de vino tinto con los beneficios para la salud cardiovascular, dado que los franceses también toman más vino tinto que los norteamericanos. Ahora ya sabe, querido lector, de dónde viene el mito de que tomar vino tinto es bueno para la salud, si bien es cierto que en muy pequeñas dosis, que no son las dosis comparativas francesas/norteamericanas, si que es saludable.

También tenemos la paradoja suiza. El segundo país del mundo civilizado que más grasas saturadas toma y el segundo país con menos muerte por afecciones cardiovasculares. Además, por si fuera poco y para que todo quede en casa, existe la paradoja española. En los últimos 30 años ha crecido aquí mismo el consumo de grasas saturadas y se ha reducido la incidencia de accidentes cardiovasculares.

En cuanto al colesterol, la OMS ha realizado un macro estudio recientemente en multitud de poblaciones alrededor del mundo, tratando de confirmar una correlación entre el nivel de colesterol y los ataques al corazón, pero no han podido probarlo. De hecho, han encontrado que países como Luxemburgo tienen un colesterol medio muy alto y una bajísima tasa de ataques al corazón, mientras que países como Rusia o Venezuela, manteniendo niveles medios y bajos de colesterol, sufren cantidades desorbitadas de ataques al corazón, por hablar sólo del mundo occidental. En el mundo oriental, y en las zonas tropicales en que el Aceite de Coco (saturado en un +/-85%) predomina en las dietas, las tasas de mortalidad por ataques al corazón son, simplemente, inexistentes. En realidad, lo que si se ha demostrado es que el 72,1% de las personas que sufren un ataque al corazón tienen el colesterol por debajo de 130. En Estados Unidos estos datos son alarmantes porque el 67% de la población tiene el LDL por debajo de 130 y, sin embargo, sufre un 72% de los infartos totales, lo que claramente muestra que aquellos que tienen el colesterol bajo sufren más infartos que los que lo tienen alto. Sin embargo, a la vista de estos datos, cuando lo lógico hubiese sido recomendar elevar los niveles de colesterol, el periódico USA Today publicaba que lo lógico era bajar aún más los niveles de colesterol porque, “evidentemente”, 130 era una cifra aún demasiado alta. Junte a un periodista con un político y esto es lo que obtendrá: negación absoluta de la evidencia.

Pero no concluiré sin dar una pincelada sencilla sobre la verdadera causa de las enfermedades cardiovasculares que también he podido estudiar. Según parece, cuando las arterias se dañan y se inflaman, el colesterol de baja densidad (LDL) acude a reparar los daños. El LDL, según sabemos ahora, existe en dos variedades, una más grande y una más pequeña por hacerlo sencillo. Las moléculas más grandes son beneficiosas y tienen una serie de efectos positivos para la salud. El problema viene con las más pequeñas, que acuden a taponar las heridas en el interior de los vasos sanguíneos y, dado su tamaño, se acaban colando en la pared del vaso. Allí quedan atrapadas y se oxidan, dando lugar a la llegada de glóbulos blancos que acaban formando la placa junto con el calcio. Este es el motivo por el que las enfermedades cardiovasculares no tienen nada que ver con la cantidad de colesterol que hay en el cuerpo sino con el tipo de colesterol que hay, y no me refiero a la relación HDL/LDL, sino al tipo de LDL que tenemos. No creo que pase mucho tiempo hasta que veamos análisis con el LDL diferenciado según el tipo.

Pero, ¿qué es lo que causa los daños iniciales en los vasos que hace que sea necesario el LDL para efectuar reparaciones? Lo causantes son tres principalmente:

  1. Fumar
  2. Glucosa alta en sangre
  3. Estrés emocional

El motivo 1 y el 3 son claramente sociales, así que, avanzando un paso más, ¿qué es lo que eleva la glucosa en la sangre? Principalmente, el azúcar y los carbohidratos refinados, justo la base de la pirámide alimenticia.

¿Y qué alimentos producen las partículas pequeñas y densas de colesterol LDL de las que hablábamos hace un momento? Si, lo ha adivinado: el azúcar y los carbohidratos refinados.

En efecto, los científicos que testificaron hace 40 años en el comité McGovern que los culpables de la epidemia de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2 eran el azúcar y los carbohidratos refinados, estaban en lo cierto. Han tenido que pasar 40 años para que algunos empecemos a hacerles caso y además empezamos a ver estudios clínicos que avalan estas viejas ideas que fueron desechadas. Los políticos, expertos ellos, taparon la verdad en detrimento de nuestra salud.

En el American Journal of Clinical Nutrition, un informe publicado recientemente afirma, por ejemplo, que entre las mujeres post-menopaúsicas, un consumo elevado de grasas saturadas está directamente asociado con una menor progresión de las enfermedades cardiovasculares mientras que la ingesta de carbohidratos está asociada con una mayor progresión de las mismas. En la misma publicación, se dice que “los esfuerzos dietéticos para reducir los riesgos de enfermedades cardiovasculares deben enfatizarse principalmente en la limitación de los carbohidratos refinados”.

En un estudio clínico publicado en “Annals of Internal Medicine” se concluye que el grupo que siguió una dieta alta en grasas y baja en carbohidratos mostró mayor reducción en la presión sanguínea, triglicéridos y colesterol pequeño y denso del tipo LDL, mientras que su colesterol HDL aumentó de media un 23%. Estudios en la universidad de Stanford apuntan en la misma dirección al comparar la dieta Atkins (rica en grasas) con la dieta Ornish (muy baja en grasa). Lo sorprendente de este estudio de Stanford es que el científico a cargo del mismo, Christopher Gardner, es vegetariano convencido desde hace años y, según dijo el mismo, le dolía inmensamente admitir estos resultados contrarios a sus propias creencias. Otro ejemplo de verdadera integridad científica que merece todos mis respetos contraria a las prácticas de Ancel Keys. En otras palabras, parece que la dieta que decían que nos estaba matando, en realidad es la que nos mantiene sanos.

Pirámide Nutricional
Pirámide Nutricional

Lo que el comité McGovern hizo en los Estados Unidos y replicó en buena parte del mundo al exportar la pirámide alimenticia fue reducir el consumo de proteínas, reducir considerablemente el consumo de grasas y aumentar disparatadamente el consumo de carbohidratos y esto, en definitiva, es lo que ha disparado los casos de obesidad y de diabetes en los países que siguen ese modelo nutricional, España entre ellos.

Y si la grasa no es el causante de esta epidemia de obesidad y diabetes, ¿Cuál es la causa? La respuesta médica oficial es que nos hemos vuelto una sociedad vaga, que come mucho y hace poco ejercicio. Vamos, que según parece, nuestro carácter ha cambiado en los últimos 40 años. De modo que según los médicos que promulgan este dogma engordamos porque somos vagos, comemos mucho y hacemos poco ejercicio. Pero esto es tan estúpido como decir que los alcohólicos son alcohólicos porque beben mucho. Lo correcto sería investigar la raíz del problema, por qué beben tanto o, en el caso de la obesidad, por qué comemos tanto.

En realidad, hay procesos bioquímicos, y no sociales, detrás de esta epidemia. Durante años nos han convencido de las teorías de las calorías y de que todo tiene que ver con las calorías que entran y las que salen del cuerpo. Nos han dicho que 3.500 calorías equivalen, someramente, a medio kilo de grasa, por lo que al producir un déficit de 3.500 calorías mediante ingestas limitadas de alimentos y ejercicio en exceso, perderíamos medio kilo. Esto es, simplemente, ridículo. Esta teoría no se sostiene en el papel y tampoco se ha sostenido en estudios clínicos. Por ejemplo, la Women’s Health Initiative, involucrando a miles de mujeres, redujo la ingesta diaria de calorías en 360 Kcal/día, principalmente provenientes de la grasa, durante 8 años, con una pérdida de peso media de 1 Kg en el período. ¡Ridículo para un esfuerzo de 8 años!

En el otro extremo de los estudios, James Levine creó en una cárcel norteamericana un grupo con prisioneros que estaban en forma y les sobrealimentó durante cerca de un año con miles y miles de calorías, y no se consiguió que ganasen el peso que la ecuación preveía. De hecho, uno de los prisioneros consumió 10.000 calorías al día durante 200 días y tan sólo pudo coger cuatro kilos en el período.

En estudios que limitan la ingesta de calorías en ratones, al restringirles un 5% las calorías durante 4 semanas, los ratones crearon más tejido adiposo y perdieron masa muscular. Obviamente, existe algo más complejo en la obesidad y el metabolismo del cuerpo que la suma y resta de calorías.

Sabemos desde 1930, por los estudios Alemanes y Austriacos, que la grasa corporal es una parte esencial del metabolismo y que su cantidad viene determinada por hormonas, la más importante de ellas la insulina. ¿Porqué? Porque la insulina controla la cantidad de azúcar en sangre y las altas concentraciones de azúcar en sangre son tóxicas para el organismo. Por otro lado, el cerebro necesita azúcar en sangre para funcionar y una cantidad muy baja de azúcar puede causar el coma e incluso la muerte. Por ello, el metabolismo está diseñado para mantener el nivel de azúcar en sangre dentro de un margen muy estrecho, y lo hace de manera eficiente con la insulina. Es importante entender que el organismo puede convertir el azúcar en energía, pero también puede convertir la grasa en energía e incluso en condiciones muy extremas, las proteínas en energía. De hecho, cuando nos levantamos por las mañanas después del ayuno prolongado de la noche de 8, 9 o incluso 10 horas, nuestro cuerpo está usando en muchos casos grasa como energía a través de un proceso llamado Cetosis.

Cuando comemos, aumenta el nivel de azúcar en sangre y el organismo segrega insulina. Se produce un cambio y pasamos de utilizar grasa a usar azúcar como combustible principal. En efecto, la insulina produce que las células utilicen el azúcar como combustible al tiempo que hace que el tejido adiposo capture la grasa del torrente sanguíneo para que esta no esté disponible para el resto de las células del cuerpo y asegurarse que las células usan azúcar como combustible. Pero si la cantidad de azúcar en sangre es demasiado alta para las necesidades energéticas del cuerpo, el azúcar pasa al hígado donde se convierte en grasa para almacenarse en el tejido adiposo como reserva de combustible. Esto es debido a que podemos almacenar grasa en el tejido adiposo pero no podemos almacenar azúcar.

Cuando el nivel de azúcar en sangre baja porque se ha utilizado como combustible, baja también el nivel de insulina y por tanto la grasa vuelve al torrente sanguíneo para ser usada como combustible hasta que vuelva a subir el nivel de azúcar en sangre, con otra comida. Por lo tanto, el tejido adiposo es el tanque de combustible donde se almacenan las reservas de energía del cuerpo. Como se puede apreciar, es un sistema magnífico y muy avanzado para asegurar un aporte energético constante a todas las células del cuerpo.

¿Cómo hemos llegado a romper un sistema tan avanzado y creado una epidemia de obesidad? Para entenderlo hay que empezar por entender que los carbohidratos no son más que moléculas de azúcar enlazadas entre ellas y que en cuanto entran en el cuerpo son literalmente separadas en moléculas de azúcar de una manera muy eficiente en algunos casos. El índice glucémico mide la velocidad a la que el cuerpo humano convierte alimentos en azúcar. Durante la mayor parte de nuestra evolución, el ser humano ha consumido alimentos con índices glucémicos entre 0 y 40, alimentos que tardábamos en convertir en azúcar. Veamos algunos ejemplos de lo que comemos hoy, mucho de lo cual forma parte de la maldita pirámide alimenticia:

  1. Azúcar de mesa: I.G. 64
  2. Coca Cola: I.G. 63 (viene a ser como beber azúcar)
  3. Cereales: I.G. 61
  4. Copos de trigo: I.G. 67
  5. Pan: I.G. 70
  6. Patata Asada: I.G. 80

Si necesita perder peso, puede aprender mucho más de todo el tema del índice glucémico y el efecto de los carbohidratos en nuestro cuerpo en mi libro Adelgazar sin Milagros.

Salvo que sea usted diabético, su nivel de azúcar en sangre en cualquier momento del día es equivalente a una cucharadita y media en total. Si sigue usted la pirámide alimenticia y toma 400 gramos de carbohidratos, estos se metabolizan en el equivalente a unas 2 tazas de azúcar. ¿Tiene sentido? Claro que no. Al ingerir esta cantidad de azúcar el cuerpo tiene que generar una cantidad inmensa de insulina porque, recordemos, los niveles elevados de azúcar en sangre son tóxicos.

Cuanta más azúcar ponemos en el flujo sanguíneo, más forzamos la secreción de insulina, comida tras comida, y, eventualmente, las células del cuerpo y los órganos empiezan a acostumbrarse a la presencia continua de grandes cantidades de insulina y acaban desarrollando una resistencia a la misma. Al mismo tiempo que la insulina está forzando a las células a tomar azúcar como alimento, está forzando la grasa dentro del tejido adiposo, por lo que a más insulina, más azúcar que se metaboliza en grasa y más grasa que se almacena en el tejido adiposo. Y, cuanta más insulina haya en la sangre, más difícil es que la grasa vuelva a abandonar el tejido adiposo para volver al torrente sanguíneo y ser usada como combustible, por lo que incluso cuando no comemos, la grasa se mantiene donde está debido a la constante presencia de insulina en sangre.

Como colofón a este pastel metabólico, cuando la cantidad de azúcar en sangre disminuye y la cantidad de insulina no permite que la grasa abandone el tejido adiposo, las células del cuerpo tienen un déficit energético, lo que nuestro cerebro interpreta como “necesito comer” y, voilá, otra vez tenemos hambre aunque tengamos reservas suficientes de grasa almacenada. Por lo tanto, volvemos a comer, volvemos a disparar el azúcar en sangre, a segregar más insulina y, en definitiva, a almacenar más grasa. De modo que no sepa usted que no engorda porque comas más, sino que come más porque engorda, que no es lo mismo. Desde un punto de vista meramente bioquímico, los obesos no comen mucho, comen lo que necesitan como energía porque la grasa de su tejido adiposo no se libera de vuelta al torrente sanguíneo. Y como el cuerpo es sabio, incluso cuando algo no funciona, al comprobar que la grasa no fluye al riego desde las células adiposas, estas se hacen más grandes para favorecer que la grasa salga de ellas cuando se produce la resistencia a la insulina en el metabolismo. Por lo tanto, acaban almacenando aún más grasa en las mismas células.

Ratón Engordado con Insulina
Ratón Engordado con Insulina

La siguiente pregunta que cabría hacerse es ¿Cómo de potente es este síndrome de resistencia a la insulina? Pues este síndrome metabólico, antesala de la diabetes tipo 2, es tan potente que en ensayos en laboratorio se han obtenido resultados asombrosos. Por ejemplo, al inyectar insulina a ratones de laboratorio de manera continua se ha conseguido que engorden hasta proporciones comparables a la obesidad mórbida humana. Se ha seguido inyectándoles insulina al tiempo que se ha ido reduciendo la comida que se ponía a su disposición y, pese a tener grasa acumulada en cantidad, los ratones han acabado muertos, literalmente, de hambre sin quemar nada de grasa.

Por eso, cuando los obesos, que habitualmente ya tienen una resistencia severa a la insulina, se embarcan en dietas bajas en grasas y ricas en hidratos de carbono, no logran perder peso y, al contrario, incluso lo ganan, a lo que sus dietistas replican que la culpa es suya por ser vagos y hacer poco ejercicio. Si fuera por estos dietistas, los obesos morirían del mismo modo que los ratones, de inanición. Afortunadamente, esta situación es normalmente reversible, y en mi libro Adelgazar sin Milagros explico como yo mismo pude adelgazar 35 kilos y recuperar mi salud cambiando la forma en que comía.

La diabetes tipo 2 que se produce como continuación al desarrollo de la resistencia a la insulina, solía ser llamada la diabetes de la edad, porque se daba en personas mayores que habían agotado sus células pancreáticas de tanto producir insulina. Sin embargo, hemos pasado a denominarla diabetes tipo 2 porque ahora afecta también a jóvenes e incluso adolescentes. Esto, como cualquiera puede deducir, no es fruto de que sean vagos, no hagan ejercicio o coman demasiado. Tiene que ver con la pirámide alimenticia y la descomunal ingesta de carbohidratos, en particular de azúcar y harinas refinadas.

Veamos algunos datos clarificadores. En los Estados Unidos, en la última década, los casos de diabetes tipo 2 se han duplicado y aproximadamente el 25% de la población mayor de 60 años la sufre. Se cree que más del 40% de la población Norteamericana sufre o sufrirá diabetes. Esto le ocurre a una población que consume aproximadamente el 55% de sus calorías de los carbohidratos, el 33% de la grasa y el 12% proveniente de las proteínas. ¿Alguien sigue teniendo alguna duda de la causa de esta epidemia? Lo que es paradójico es el mensaje que lanzamos a la población. Por ejemplo, la Asociación Americana de la Diabetes tiene publicados estos «consejos» nutricionales:

  • El sistema digestivo convierte los carbohidratos en azúcar de manera rápida y sencilla.
  • Los carbohidratos son la comida que más influencia el nivel de glucosa en sangre.
  • Cuantos más carbohidratos comas, mayor será tu nivel de glucosa en sangre.
  • Cuanto mayor sea tu nivel de glucosa, más insulina necesitarás para que el azúcar llegue a las células.
  • La pirámide nutricional es la manera más sencilla para recordar las comidas más sanas.
  • En la base de la pirámide, están el pan, los cereales, el arroz y la pasta. Todos estos alimentos están compuestos por carbohidratos mayoritariamente.
  • Necesitas de 6 a 8 raciones de esos alimentos cada día.

¿Quién es responsable de formular semejante disparate? Francamente, no puedo entenderlo. Pero, lo que de ningún modo me entra en la cabeza es que los médicos, personas de ciencia todos ellos, sigan recomendando la pirámide alimenticia y culpando a las grasas de la epidemia de obesidad y diabetes que padecemos incluso después de demostrarse que el estudio de Ancel Keys es un caso de grotesca manipulación de los datos y el comité McGovern emitió unas conclusiones basadas principalmente en este estudio.  No alcanzo a comprender como, sabiendo todo lo que saben, no son capaces de ver con claridad donde está el problema y, al contrario, prefieren seguir predicando los dogmas a sabiendas de que no están basados en ciencia alguna… salvo que la burda manipulación matemática de los datos sea considerada ciencia.

SI LE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO, EN MI LIBRO LA GRAN MENTIRA DE LA NUTRICIÓN DESVELO UNO TRAS OTRO TODOS LOS ENGAÑOS DE LA INDUSTRIA ALIMENTICIA Y ALGUNOS DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA QUE ESTÁN DIRECTAMENTE RELACIONADOS CON LA NUTRICIÓN.

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Portada del Libro Adelgazar sin Milagros

La invasión del Azucar

Visualización gráfica de la cantidad de azucar en el refresco
Visualización gráfica de la cantidad de azucar que contiene cada envase de refresco

Reproduzco en este post, de manera casi literal,  y por considerarlo de interés general, un recorte de prensa que he sacado del foro Isodieta de Facebook. Muy interesante, especialmente para los que tenemos niños.

«¿Qué nos ocurre cuando nos tomamos una lata de refresco (especialmente de cola)?

 

Por el Prof. Carlos Alexandre Fett

Profesor de la Universidad Federal de Mato Grosso (Brasil)

En los primeros 10 minutos...

10 Cucharaditas de azucar golpéan nuestro cuerpo (entre 39 y 42 gramos, el 100% de la cantidad diaria recomendada). No vomitamos directamente ante tando dulzor porque el ácido fosfórico corta el gusto.

A los 20 minutos…

El nivel de azucar en sangre explota, provocando un chorro de insulina. El hígado responde transformando todo el azucar que recibe en grasa, ya que es demasiada como para usarla como fuente de energía.

A los 40 minutos…

Se completa la absorción de la cafeína. Las pupilas se dilatan, la presión sanguínea sube, el hígado responde bombeando más azucar al torrente sanguíneo. Los receptores de adenosina en el cerebro se bloquean para evitar mareos.

A los 45 minutos…

El cuerpo aumenta la producción de dopamina, estimulando los centros de placer del cuerpo (físicamente, funciona como la heroína)

A los 50 minutos…

El ácido fosfórico empuja calcio, magnesio y zinc hacia el intestino grueso, aumentando el metabolismo. Las altas dosis de azucar y otros edulcorantes aumentan la secreción de calcio en la orina. En otras palabras, estás orinando tus huesos, una de las causas de la osteoporosis… y de la caries.

A los 60 minutos…

Las propiedades diuréticas de la cafeína entran en acción. Orinas. Ahora está garantizado que eliminarás más calcio, magnesio y zinc, minerales que tus huesos necesitan. A medida que la onda baja, sufrirás un choque de azucar. Te pondrás irritable. Ya habrás eliminado todo lo que estaba en la bebida, pero no sin antes haber eliminado también elementos que tu organismo requiere.

¿Y esto se lo dan de beber a los niños? Por eso existen niños con diabetes y obesidad a tan corta edad. Si de verdad amas a tus hijos evita darles refrescos como premio, especialmente del tipo de cola.»

Hasta aquí el artículo copiado. Yo creo que, en pequeñas y esporádicas dosis, como con casi todo en la vida, no hay peligro alguno en los refrescos de cola. Sin ir más lejos, un vaso de 330 ml (una lata) de zumo de naranja natural contiene entre 36 y 41 gramos de azucar, o sea, las mismas 160 calorías vacias que contiene el refresco y sin embargo nadie alza la voz contra el zumo de naranja, principalmente porque somos un país productor de naranja.

Ahora bien, lo que veo a mi alrededor es espeluznante. Niños de cortísima edad que se pasan el día enchufados al refresco de cola. Comen con cola, meriendan con cola… y los padres que usan el refresco de cola para premiar los méritos del niño. En casa de mis padres siempre se usó el agua como bebida de cabecera, que es lo mismo que se usa en mi casa. Sin embargo, en otras casas, la bebida de cabecera es el refresco, y los resultados a largo plazo, son nefastos.

¿Quieres saber más sobre los refrescos? ¿La verdad sobre su fórmula secreta? Aquí la tienes…

De vuelta a los ochenta

No hay más ciego que el que no quiere ver

Hace tan sólo unos meses, en noviembre, pesaba unos 100 Kg, fumaba como un carretero, bebía (alcohol) como una esponja, comía cada comida como si fuese la última que iba a disfrutar y tomaba tres pastillas al día: una para la ansiedad, otra para el estómago y una tercera para reducirme el ritmo cardíaco, que siempre tenía acelerado. Por si fuese poco, con bastante frecuencia tomaba ibuprofeno y/o paracetamol para reducir los dolores musculares que sufría a menudo en diversas partes del cuerpo. A mediados de Noviembre, hace ahora ocho meses, dejé de fumar y el día 21 de ese mismo mes publicaba en este blog esta entrada porque no observaba, de manera instantánea, ninguna diferencia significativa por haber dejado de fumar. Sin embargo, a corto plazo, si iba a descubrir un importante cambio en mi cuerpo como consecuencia de haber dejado el hábito de la nicotina. En la cena de alumnos del Cerrado de Calderón que hicimos en navidades pesaba 109,8 Kg, mi record histórico, y tenía este aspecto:

En diciembre de 2010
En diciembre de 2010

En diciembre de 2010

En diciembre de 2010

En efecto, había ganado casi 10 Kg. de peso como consecuencia directa de dejar de fumar. Fumar no sólo produce sensación de saciedad en el estómago y hace que comamos menos, sino que además la nicotina es un importante acelerante del metabolismo basal, por lo que dejar de introducirla en nuestro organismo decelera el metabolismo y hace que resulte más fácil acumular grasa. De ahí que, aunque intentemos controlarlo, es casi inevitable ganar peso al dejar de fumar. No obstante el notable sobrepeso, «yo me encontraba bien conmigo mismo». Ya.

No hay retos imposible, sólo personas incapaces

A finales de marzo de este año me encontré con esta videonoticia en «El Mundo» y, tras investigar un poco acerca del Dr. Brugos y de su dieta Isolipoproteica y de someterme a un análisis de sangre para tener valores de referencia antes del comienzo del plan nutricional, el día 11 de marzo, hace ahora apenas 3 meses comenzaba una rutina nutricional revolucionaria basada en la ingesta, 7 veces al día, de pequeñas porciones de proteina y grasa y eliminando casi por completo los hidratos de carbono de mi dieta. Pesaba entonces 109,4 Kg y tenía un contorno a la altura del ombligo de 127 cm.

Ni que decir tiene que me llovieron todo tipo de advertencias y avisos acerca de contravenir radicalmente lo que durante tanto tiempo nos han enseñado: la pirámide nutricional, con su extensa base de hidratos de carbono y su pequeña cúspide de carnes y grasas.

Vaya por delante que esta mañana pesaba 85,1 Kg. y mi contorno a la altura del ombligo es de 112 cm, o sea que en tres meses he perdido 24,3 Kg. de peso y he reducido mi barriga en 15 cm., o lo que es lo mismo, he pasado de una talla 60 de chaqueta a una 52 (o incluso 48, según la marca), de una talla 38 de vaqueros a una 33, de una talla XXL en polos y camisetas a una L, y así sucesivamente. Este es mi aspecto esta mañana mientras escribo el post: (desgraciadamente aún no he recuperado el pelo, pero todo se andará)

15 de Julio de 201115 de Julio de 2011

Pero quizás los cambios más significativos no están a la vista y quiero detallarlos para que le déis una vuelta, como yo hice, al tipo de vida que llevamos y las nefastas consecuencias que esta tiene en nuestro organismo. Para empezar, no tomo ninguna de las tres o más pastillas que antes tomaba. Ya no las necesito. Mis análisis han ido evolucionando de peor a mejor en estos tres meses, hasta el punto que en el último análisis que me hice (tercera semana de Junio) ya tengo todos los indicadores dentro de los valores de referencia. Además, tengo mucha más energía que antes incluso durmiendo menos, me canso muy poco y disfruto mucho más de cualquier cosa. ¿Es el estado de ánimo un tema meramente psicológico? Ahora lo dudo.

Hace unos días tuvimos el placer de cenar con el Dr. Brugos y su encantadora esposa y colaboradora aprovechando que estábamos de vacaciones en su ciudad de residencia. Nos decía en la cena que «todo en el organismo está directamente relacionado con la nutrición» y que «lo más importante para el organismo son tres cosas: nutrición, nutrición y nutrición». La nutrición no es la ingesta de alimentos, sino la asimilación de los nutrientes presentes en ellos. Si uno se pasa la vida comiendo alimentos carentes de nutrientes acaba por estar desnutrido. Ya me advirtió el Dr. Brugos al comienzo de mi programa personalizado que aunque pesara cerca de 110 Kg me encontraba totalmente desnutrido. Me costó creerle, pero viendo el mejor ejemplo de sus enseñanzas -que es él mismo-, tuve que darle el beneficio de la duda y probar. Ahora, de vuelta a los ochentas que no veía en una báscula probablemente desde hace unos ocho o nueve años, no puedo sino más que recomendar a cualquier persona que tenga un problema que pueda estar, aunque sea mínimamente, relacionado con la nutrición que consulte al Dr. Brugos antes de iniciar cualquier tipo de dieta porque la mayoría, sólo sirven para desnutrir y eliminar tejido muscular y líquidos.

 El coraje es como una cometa; los vientos en contra la levantan más alto

Una nota antes de acabar. El Dr. Brugos lleva la contraria a una parte importante de la comunidad nutricionista del mundo occidental. Mientras la mayoría nos aconseja que nos hinchemos de cereales, pastas, frutas y verduras, él lleva años diciendo que dejemos de ingerir estos en beneficio de las carnes, pescados y aceites. Esta circunstancia, como es lógico, no le ha proporcionado un gran grupo de admiradores entre la mal llamada «comunidad científica», pero si lo ha hecho entre las personas que hemos seguido sus planes nutricionales. Basta con mirar los foros de la revista Sport Life o los testimonios de su web para entender de lo que hablo. Digo mal llamada porque el método científico debe tener un importante componente de prueba y ensayo, algo que obviamente la pirámide nutricional adolece.

No caeré en el tópico de compararle con Galileo o cualquier otro genio que contraviniese un orden establecido, pero si dejaré una pista al respecto. En este video del programa Espejo Público de Antena 3, el renombrado Dr. Cidón Madrigal, que ha vendido miles de libros de dietas y nutrición en España, trata de rebatirle al Dr. Brugos sus argumentos. A quién le interese el tema le recomiendo que, antes de ver el video, le quite el sonido a su ordenador para no escuchar lo que dicen. Es un ejercicio sencillo: básicamente, hay que mirar a uno y a otro y preguntarse quién de los dos tiene razón. Después, si se desea, se puede volver a ver con el volumen subido dado que el discurso del Dr. Madrigal no es ni mucho menos concluyente en sus tesis contra el Dr. Brugos. Por ello, mi apoyo va para el Dr. Brugos porque con el coraje que muestra al enfrentarse a un orden establecido marca la diferencia. Para quién quiera adentrarse más en el tema, aquí puede conseguir su último libro.

Las 10 mentiras acerca de dejar de fumar

Dejar de Fumar
Dejar de Fumar

Circula por Internet un copia-pega muy extendido acerca de los beneficios de dejar de fumar. En algunos organismos públicos, al menos en Andalucía, he podido ver carteles con esta lista de beneficios. No sin motivo, es creencia popular que todo lo que está en Internet es cierto. Ahora que llevo 14 días sin fumar, estas son mis reflexiones al respecto de la lista (pongo en verde la tabla de los supuestos beneficios con mis comentarios en cursiva):

TABLA EVOLUTIVA DE BENEFICIOS DE DEJAR DE FUMAR

A los 20 minutos: la presión arterial regresa a su nivel normal, lo mismo que la frecuencia cardíaca y la temperatura de pies y manos.

En este caso concreto, lo idóneo es dejar de fumar en intervalos de 20 minutos. De este modo conseguiremos tener una presión arterial en su nivel ¿normal?, una frecuencia cardiaca ¿normal? y una temperatura de piés y manos ¿normal?. Muy científico todo ello.

Los niveles de monoxido de carbono y oxígeno se normalizan pasadas 8 horas, lo que permite que la respiración sea más profunda y una mejor oxigenación pulmonar.

Esto son muy buenas noticias para todos aquellos que no fuman mientras duermen. El simple hecho de dejar de fumar durante la noche consigue que tengamos una mejor «oxigenación pulmonar». Y yo que pensaba que los niveles de oxígeno se medían en la sangre…

Disminuye el riesgo de muerte súbita tras 24 horas.

Pues al igual que el caso de los 20 minutos, no sé porqué las autoridades sanitarias no nos avisan de que, para evitar una muerte súbita, debemos de fumar sólo en días alternos.

Pasadas 48 horas se normalizan los sentidos del gusto y del olfato.

Yo esto no acabo de entenderlo. Han pasado no 48, sino 336 horas desde que me fumé el último cigarrillo. El Jamón Ibérico de Bellota me sigue gustando igual y juraría que huele exáctamente del mismo modo que hace dos semanas, o sea, muy bien. Cuando mi hija pequeña se caga encima, sigo olíendolo con igual desagrado que antes. Ahora bien, cuando fumaba hace dos semanas se me hacía la boca agua (o sea, salivaba en exceso) al pensar en un plato de Jamón Ibérico o cualquier otro manjar, lo que venía a ocurrir un par de veces al día, cuando sentía hambre. Ahora, se me hace la boca agua cada vez que pienso en un cigarrillo, lo que, en efecto, se traduce en que me paso la vida con la boca llena de saliva…

Se normaliza la función respiratoria tras 72 horas.

Yo antes, cuando fumaba, inspiraba hacia dentro y expiraba hacia fuera. Todavía sigo haciéndolo igual porque como he fumado tantos años no recuerdo cual es la forma normal de hacerlo.

Aumenta la capacidad física y se cansará menos con cualquier actividad pasados 1 a 3 meses.

Todavía no lo puedo juzgar, pero algo me dice que no voy a clasificarme para unos juegos olímpicos en ninguna disciplina.

Mejora el drenaje bronquial y se reduce el riesgo de infecciones pasados 1-9 meses.

Yo antes no sufría infecciones, así que supongo que ahora sufriré menos todavía. Espera, ¿se puede sufrir menos infecciones que ninguna? En cuanto al drenaje bronquial, no acabo de imaginarme como medirlo. Trataré de hacerlo y actualizaré el post cuando lo consiga. Voy a empezar por enterarme de qué demonios es el «drenaje bronquial». Yo el tema de los drenajes lo tengo asociado a cosas negativas, así que tengo que replantearme este tema desde el principio.

Se iguala el riesgo de padecer cancer de pulmón al de los no fumadores pasados 5 años sin fumar.

O sea, tengo que esperar cinco años para tener las mismas posibilidades de sufrir un cancer de pulmon que una persona que no fuma. Imagino por tanto que, una vez que lleve cinco años sin fumar, puedo volver a fumar durante otros cinco años antes de que mis posibilidades se incrementen nuevamente, ¿no? Esto tampoco me parece demasiado científico.

Se reducen los catarros y molestias de garganta.
Menor probabilidad de padecer cancer.
Menor riesgo de trombosis o embolias cerebrales.

Los eruditos que han elaborado esta lista han olvidado una serie de reducciones y menores posibilidades que voy resumir en breve para potenciar que los que lean la lista dejen el hábito lo antes posible:

Se reduce el riesgo de quemarse con una cerilla. Disminuye la posibilidad de que a uno le roben el mechero de oro. Desaparece prácticamente la necesidad de comprar tabaco. Se reduce seriamente la posibilidad de quedarse sin tabaco un domingo. Se reduce el consumo de detergente porque baja la necesidad de limpiar ceniceros. Se limita la posibilidad en los hombres de hacerse los interesante exhalando círculos de humo. Del mismo modo, se limita tambien la posibilidad en las mujeres de darse un aire interesante exhalando lentamente humo espeso. Se reduce el gasto de 4 euros diaros en tabaco a prácticamente cero, si bien es cierto que aumenta desde cero hasta 4 euros el gasto en caramelos y sustitutivos.

Creo que podría seguir, pero este post debería ser suficiente para que todos aquellos que están pensando en dejar de fumar lo hagan de inmediato. Los beneficios son extraordinarios… o al menos eso dicen todos en Internet!

Si de verdad quieres dejar de fumar, aquí tienes un poco de ayuda: dejar de fumar

ACTUALIZACIÓN EL 14/05/2013

Recibo de vez en cuando algún correo electrónico o comentario, digamos inapropiado. Quiero decir que yo sigo sin fumar desde que lo dejé hace ya más de 2 años y no pretendí ni pretendo con este artículo que la gente NO deje de fumar. Al contrario, lo que pretendí en su día y mantengo hoy es aportar un toque de humor a un tema que empieza a ser cansino. Creo que tenemos suficiente información como para tomar nuestras propias decisiones y lo que vengo a denunciar en mi ironía es la cantidad de cosas que vienen a decirnos del tabaco cuando la realidad es, por ejemplo, que el azúcar y los carbohidratos refinados matan muchas más personas que el tabaco. España era hace unos 10 años creo que el segundo país con la tasa de supervivencia más alta del mundo. Sin embargo, hoy, fumando mucho menos, ocupamos el quinto puesto. Lógicamente, el motivo no es el que dejar de fumar acorte nuestras vidas, sino que nuestros hábitos alimenticios nos están matando.